El quimérico inquilino (Le locataire, 1976), de Roman Polanski.

«¿En qué preciso momento deja un individuo de ser quien cree que es?»

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Trelkovsky (Roman Polanski) es un apocado funcionario de origen polaco, que alquila un viejo apartamento parisino en el que su anterior inquilina, una tal Simone Choules, se suicidó arrojándose por la ventana. Muy pronto, instigado por el extraño comportamiento de los entrometidos vecinos del edificio, Trelkovsky comienza a obsesionarse con su malograda antecesora.

El quimérico inquilino no sólo me parece el mejor filme de Roman Polanski, sino que también lo considero el más turbador, escalofriante y aterrador ensayo que sobre la paranoia y el descenso a los infiernos de la locura ha legado el séptimo arte. Sólo un cineasta de inmarcesible y perverso talento como el que posee el autor franco-polaco, podía adaptar de manera tan brillante la novela homónima del polifacético Roland Topor. Con esta película, Polanski culminaba su llamada Trilogía de los apartamentos, de la que también forman parte Repulsión (Repulsion, 1965) y La semilla del diablo (Rosermary´s Baby, 1968), depurando y extremando aquí las constantes temáticas y narrativas que ya encontrábamos en los trabajos previos. La desazón que a uno le embarga el visionado de la cinta que nos ocupa, es, bajo mi punto de vista, únicamente comparable a la sensación de angustia y estremecimiento que conocen los lectores del último período de la obra literaria del escritor decimonónico francés Guy de Maupassant, en donde abundan los relatos que tratan el tema de la enajenación mental (El Horla, ¿Loco?, Un parricida, Loco, Carta de un loco…).

En Le locataire, el director de Chinatown expone de forma admirable una sutil y ambigua narración repleta de pequeños detalles que irán conformando el progresivo camino hacia el delirio del protagonista: un tipo de carácter débil y retraído, y de dudosa orientación sexual, que terminará (spoiler) confundiendo su identidad con la de su predecesora a consecuencia de la presión a la que es sometido por el resto de miembros de la comunidad vecinal y por el contacto que mantiene con los objetos personales que la anterior arrendataria dejó en el apartamento. Sin embargo, y al igual que nos preguntábamos en La semilla del diablo, ¿es cierto que existe un complot de los vecinos contra Trelkovsky o todo es fruto de su creciente paranoia?

No hay duda de que El quimérico inquilino constituye la obra más sórdida y retorcida de su realizador, combinando magistralmente el terror psicológico con la comedia negra. Hay mucho humor en el filme, pero es tan negro y macabro, tan, en definitiva, polanskiano, que asusta. Una de las claves de la conseguida atmósfera de pesadilla kafkiana que presenta la película, es la excelente fotografía del gran Sven Nykvist, con predomino de grises y ocres.

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Algunos estudiosos han interpretado tanto la novela original como su adaptación cinematográfica en términos de alegoría en torno a la desconfianza de la sociedad tradicional francesa hacia los inmigrantes. No olvidemos que Trelkovsky, como Polanski, es un ciudadano francés de ascendencia polaca. Resulta asimismo interesante, llevar a cabo una lectura meramente psicosexual del relato, entendiéndolo como el despertar hacia la homosexualidad de su atribulado personaje principal.

El propio Polanski interpreta con suma brillantez al protagonista en el que es su mejor trabajo como actor. Resaltar también el extraordinario elenco de secundarios (Melvyn Douglas, Shelley Winters, Isabelle Adjani, Jo Van Fleet o Lila Kedrova), entre los que destacaría al primero, galán del Hollywood clásico convertido ahora en el envejecido y siniestro propietario del inmueble.

Obra maestra absoluta.

Nota: 9,5/10

6 comentarios sobre “El quimérico inquilino (Le locataire, 1976), de Roman Polanski.

  1. Coincido en que es la mejor Obra de Polanski a pesar de su final que no me dejo tan satisfecho, la película es Excelente por cierto que mal se ve como travesti

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  2. Polansky resulto ser muy buen actor.
    Nose si estare equivocado pero la personalidad deTrelkovsky y el protagonista de «La Venus de las pieles» son muy parecidas, no solo lo digo por la trasformacion de ambos al final del film.

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